viernes, 18 de abril de 2014

JOHN HURT

FRAGMENTO DE "GENTE NOTABLE" Entrevistas de escritor chileno Waldemar Verdugo Fuentes publicadas en revista Vogue y periódico Unomásuno de México, en periódico Prensa Libre de Guatemala, en revista Caras y periódico El Mercurio de Chile, citados en Hemerografía final, a Tenzin Gyatso XIV Dalai Lama de Tíbet, Claudio Arrau, John Huston, Dorothy Lamour, Anthony Quinn, Luis Miguel "Dominguín", John Hurt, Salvador Dalí, José Donoso, Ninón Sevilla, Mario Moreno "Cantinflas", Gilbert Becaud, Leonard Bernstein, Joan Manuel Serrat, Yehudi Menuhin, Charles Aznavour, Plácido Domingo, Andy Warhol, Raúl Ruíz y Nicanor Parra. ISBN 9789563535624 http://www.amazon.com/dp/B00IIUDTTS

domingo, 23 de noviembre de 2008

JOHN HURT, una conversación.













JOHN HURT:
"Fue una dolorosa experiencia vivir como hombre-elefante".

Por Waldemar Verdugo Fuentes.
Publicado en VOGUE, mayo 1985.
Foto: John Hurt y Waldemar Verdugo en Ciudad de México.
Diseño: Samuel Betanzos, Jefe de Arte staff-VOGUE.


"TIME, Londres, 1884: En esta Inglaterra victoriana, pudibunda y puritana, mezclado entre enanos, gigantones, parejas siamesas y una mujer barbuda, el "terrible" hombre-elefante era exhibido como curiosidad circense por unos cuantos peniques, hasta ahora... Bajo de estatura, de figura endeble, la mitad de su cuerpo está deformado en algo parecido a un elefante. Es su cabeza enorme y desproporcionada, con protuberancias óseas descomunales que apenas dejan ver sus ojos. Su nombre es John Merrick, no tiene más de veinte años y, al parecer, era mudo; sin embargo, cuando le infligían un trato por debajo del nivel humano, sólo entonces, profería sonidos guturales impresionantes y electrizados de angustia. Hasta ahora nadie nunca había reparado que esa repugnante apariencia escondía a un ser sensible e inteligente, como lo demuestra en el cuarto del cual ha hecho su hogar en el Hospital Real, gracias a una serie de circunstancias que llevaron a Merrick a ser conocido por el doctor Frederick Treves, el prestigiado cirujano que cada día hace brotar al ser humano y separarlo del fenómeno, según hemos comprobado al visitar al hombre-elefante, ya casi dotado de habla y con excepcional capacidad de aprendizaje..."

   A más de cien años transcurridos, sabemos que la enfermedad que sufría el hombre-elefante ataca a una de cada tres mil personas en el mundo. Clasificado con el nombre de "neurofibromatosis", las causas de su origen nos son aún desconocidas. En cuanto a John Merrick, fue encontrado muerto en el cuarto de hospital que ocupó durante sus últimos cuatro años de vida, aparentemente asfixiado por el peso de su cabeza que nunca dejó de crecer. Perseguido, humillado y vejado al principio, fue después admirado, respetado y querido por cuantos le frecuentaban, incluida la Reina-madre inglesa y los artistas más respetados de su tiempo, unidos en un loable esfuerzo por restaurarle su dignidad humana. Y conoció el amor amistoso encarnado por su médico de cabecera: Treves sería el primer científico que analizó el fenómeno.

   El hombre-elefante, marcado por su horrible aspecto y dotado de una enorme fortaleza interior, dejaría para la posteridad una perfecta reproducción a escala de la Catedral de San Felipe de Londres, que veía desde su ventana, elaborada lenta y dolorosamente sólo con su mano izquierda. Esta reproducción en madera de una iglesia, que se conserva, es hoy, a su manera, también una reliquia del esfuerzo humano brotado en la mayor adversidad. Ahora el cine ha rescatado su historia en una cinta memorable, encarnando el actor John Hurt una convincente personificación del desdichado John Merrick. La película ha sido aclamada en la Ciudad de México, donde ha llegado especialmente invitado para presentarla su protagonista, con quien hemos conversado.

   Mitad irlandés, mitad escocés, el actor es muy inglés. Es un perfecto caballero en su trato. Recuerda que comenzó a actuar cuando ya había cumplido los 16 años ("como una especie de desafío. Aunque no he sido precisamente tímido"). Debutó en el cine británico en 1962, con "The wild and the willing"; haciendo luego varios dramas para televisión, como "Crimen y Castigo" de Dostoievski y un insuperable Calígula en "Yo Claudio". Es un reconocido actor teatral, iniciándose en las tablas con "Los enanos" de Harold Pinter ("y luego mucho Shakespeare, aunque respeto enormemente la dramaturgia moderna"). Pero, es en el cine, definitivamente, donde John Hurt ha logrado expresarse mejor: luego que Fred Zinneman lo escoge para el papel de Richard Rich en "Un hombre contra el tiempo", de Robert Bolt, entre otras cintas, ha filmado: "Sinful Davey", "Before winter comes", "In search of Gregory", "Forbush and the penguins", "10 Rillington Place", "East of elephant rock", "Disappearance", "Spectre", "Pied piper of Hamelin", "The ghoul", "Little Malcom and his struggle battle against the Eunuchs", "The shout"... "El grito" es la cinta que lo hace famoso internacionalmente, al tiempo que hace para televisión uno de los pocos clásicos que ha dado la pantalla chica: "El sirviente civil desnudo", que en su momento acapara todos los premios en su país, y lo termina de dar a conocer en el extranjero. Después, ya consagrado, filma en Norteamérica "Alien" (parte primera), "Las puertas del cielo", "Expreso de medianoche"... y una veintena de títulos para cine y televisión, tanto en Hollywood como en Europa.

   En la sala de cine donde se estrena "El hombre elefante", me presenta a John Hurt el escritor argentino Luis Guillermo Piazza. Hurt está solo y ya no se separará de nosotros, de lo más sencillo. Los fotógrafos se acercan a tomarle instantáneas y nada más. La gente de los medios de prensa lo ronda, pero nadie le pregunta nada (oficialmente no se hizo una rueda de prensa). Durante la función, nos sentamos a su lado, y luego, sólo es aclamado cuando al final de la cinta es saludado oficialmente; en el cóctel todos quieren hablarle y maneja la situación cordialmente en una conversación plagada de opiniones efímeras. Hay un tumulto de gente y él no deja de sonreír; es obvio que le causa gracia la situación. Finalmente, vienen a buscarlo para una entrevista por televisión: de lo más cordial, antes acepta al instante recibirme al día siguiente para esta entrevista.

   Lo encuentro en una suite del lujoso hotel de la capital mexicana donde se hospeda. El cuarto no ha sido aún arreglado y Hurt se excusa con un gesto elocuente. Está solo. Es muy delgado, bajo de estatura, de cabello lacio y abundante. Se muestra de mente y cuerpo ágil y es, definitivamente, un hombre muy modesto. Durante la conversación es preciso, abundando sólo en aquellas respuestas que, a su juicio, lo ameritan. Juguetea con unos cigarrillos ingleses que nunca enciende. Comenta su interés por conocer más de Latinoamérica; dice que actualmente reside en Hollywood donde se le exige, por contrato, invertir gran parte de su tiempo en promoción "lo que no me agrada tanto". Se declara admirador de la literatura latinoamericana; cita a Borges, Cortázar, Neruda... y quiere aprender castellano para leerlos en sus versiones originales.

 -Antes de "El hombre elefante" usted ya había trabajado, entre otros, con Skolimowski ("El grito"), Ridley Scott ("Alien"), con Alan Parker ("Expreso de medianoche")... el productor de "El hombre elefante" fue Mel Brooks, ¿no sintió algún prejuicio antes de aceptar una cinta dramática con un productor de comedias delirantes?

   -Sí, es verdad que sentí algún tipo de prejuicio. Cuando Mel Boorks y David Lynch, el director, me llamaron a la oficina del primero en Hollywood para entregarme el guion, el ambiente estuvo cargado de electricidad, y era por eso, por algún tipo de prejuicio mío que no podía controlar. Pero a la media hora ya supe que quería el papel, y que lo haría. Ese entusiasmo ya no desapareció hasta que terminamos de rodar. La fama del señor Brooks no afectó en ningún sentido la realización, ni menos aún mi interpretación. De cualquier forma me sentí bien en el papel, y ahora cuando veo que la gente ve la cinta con interés, mi satisfacción es mayor. Para filmarla debimos superar enormes dificultades técnicas, de producción, cuyas soluciones las aportó, justamente, Mel Brooks. El resultado del trabajo comunitario es lo que aprecia el público. En lo personal, fue un trabajo interesante por varias razones, especialmente por el desafío que representó actuar siempre disfrazado. Fue interesante y divertido.

   -¿Mel Brooks le sugirió o participó de alguna manera en la interpretación que usted hizo de John Merrick?

   -Jamás. Es un profesional en todo sentido y, como tal, permite la expresión profesional de los demás libremente. Al principio nos visitó en el set, pero iba, más que nada, a darnos ánimo. Hasta donde sé, no intervino mayormente en la interpretación que los actores dimos a cada personaje. El estaba muy ocupado en la realización de su comedia "La historia del mundo": sus energías estaban puestas en esa cinta y no en "El hombre elefante".

   -¿Usted ha hecho comedia?

   -Comedia ligera propiamente, no, nunca. Aunque quisiera intentarlo. He hecho casi puro drama o melodrama... no sé, quizás los productores creen que mi tipo se presta más para ese género, pero siento tener capacidad para hacer comedia.

   -Se dice que usted no acostumbra investigar para la composición de sus personajes, ¿es así?

   -Así es. Al contrario de lo que sucede a muchos actores, creo que a mí me perjudica saber más del personaje que voy a crear. Cuando me ofrecen un papel, primero "lo siento", y luego voy desarrollándolo tal como lo he concebido en mi mente a partir del sentimiento. Después confío en que la gente lo crea. Así, cuando supe que haría a John Merrick, evité deliberadamente ver la pieza teatral, que entonces, en Londres, la interpretaba David Bowie.

   -Luego de filmarla, ¿sí vio la interpretación de Bowie?

   -Por supuesto. Cuando ya no había posibilidad de influencia alguna. David estuvo formidable (terrific). Hizo un gran trabajo.

   -Usted dice que primero "siente" al personaje. Ese desarrollo interno, ¿cómo lo trabaja?

   -Me baso en creer que todo tiene un carácter. Y procuro, simplemente, a partir de mi convencimiento, a partir de esa creencia de que el personaje tiene su razón, de ahí comienzo a trabajarlo. Si se trata de personajes reales, intento conocer su comportamiento, sus motivaciones, sus movimientos y, si es posible, hasta su forma de hablar. No es una investigación propiamente tal, sería mejor llamarlo "observación". La gente me interesa, independientemente de mi profesión, porque observar sus reacciones me nutre interiormente, me hace por reflejo también un mejor intérprete. Debo decir que en el caso del hombre-elefante, sólo me he guiado por mi instinto, enfatizando la expresión en los ojos y en el movimiento de manos y pies.

   -Exceptuando el singular maquillaje, ¿qué diferencia anotaría entre su interpretación y la de David Bowie en teatro?

   -Somos completamente diferentes, aunque partamos del mismo personaje. El de David fue un trabajo al estilo del teatro japonés, que se vale tan solo de la expresión corporal para enfatizar los estados de ánimo. En la película, a causa de lo complicado y pesado del maquillaje, mi trabajo necesitaba de mayor profundidad. Espero haberlo logrado, y así lo pienso.

   -¿Debo entender que el maquillaje representó para usted una limitación en su capacidad interpretativa?

   -Sólo una limitación física, pero así lo requería el papel. Nos llevaba seis horas diarias el maquillaje: yo llegaba al estudio a las cinco de la mañana y apenas al mediodía terminaba la sesión. De ahí, la filmación, que, en ocasiones duraba hasta la medianoche. En ese lapso me alimentaba únicamente de líquidos; el peso de la armazón y la hechura del disfraz eran agobiantes; había veces en que caía en la cama sin quitármelo, aunque al día siguiente debían reconstruirlo. Fue una dolorosa experiencia vivir como hombre-elefante, porque mi apariencia repugnante causaba rechazo en la gente misma que estaba en el set, aunque supieran que era ficción. John Merrick debió ser muy desdichado. Debo decir que ahora, cuando pasó tanto tiempo desde que filmamos, luego de que he hecho varios otros trabajos, al recordar sigo sintiendo la misma emoción de desvalido que sentí cuando hice el papel. He llegado a amar a este personaje.

   -Usted tomó parte en "Las puertas del cielo", el multimillonario fracaso de Michael Cimino, que hizo tambalear la economía de Hollywood, ¿qué opina de la cinta?

   -Yo estaba en Londres cuando me llamaron para trabajar en la cinta. Fui a Hollywood, filmé mi parte y volví a Londres. Cuando, años después, volví a Hollywood ya era historia y nadie quería hablar de ella. De hecho, yo mismo nunca he visto la cinta completa. Pero creo que, en este caso, ha habido un poco de injusticia. Cimino, que era muy joven cuando hicimos "Las puertas...", era, sin embargo, un director muy bien dispuesto; y la prueba está en su cinta "El francotirador", que es muy buena. Cuando me propusieron trabajar con él, acepté de inmediato, porque me inspiró la confianza que necesito para trabajar con alguien. De todos modos, no puedo hablar del resultado, pero los rushes que vi me parecieron bien. De hecho, no hace muchos días, he oído que piensan reditarla. Quizás fue ese un problema de edición, no sé.

   -¿Le interesa en especial interpretar un personaje?

   -Me encantaría hacer uno que aparece en una novela que estoy leyendo. es un disidente ruso de nombre Leonid Prusch. La novela se llama "Story’s Cannibal", un asunto de alto espionaje, fascinante, con una trama magnífica... quedaría muy bien en cine.

   -De los personajes que ha interpretado hasta ahora, ¿hay algunos que le hayan dejado más conforme?

   -¡Oh sí! Pienso que es lo normal que en el trabajo que se realiza, en parte, haya más o menos satisfacciones. Me ha quedado buen sabor de boca con papeles como el de Timothy en "10 Rillington Place", y también Max de "Expreso de medianoche". Por supuesto que me ha dejado muy conforme hacer de hombre -elefante, aunque ha sido también mi papel más doloroso: hacer de John Merrick ha sido un enorme desafío; creo haberlo enfrentado bien.

   -La enfermedad que sufría John Merrick aún no tiene explicación...

   -Así es. Está catalogada pero no tiene explicación, no se sabe su causa. Yo pienso que es una enfermedad horrible, sin embargo, en India, se adora a quienes la padecen; especialmente en el sur de India se dice que estos seres son una encarnación divina, reflejo de Ganesh, el dios hindú con cuerpo de niño y cabeza de elefante...

   -...hijo de Shiva y de Parvatti.

   -¿Conoces la leyenda?

   -El hijo del dios Shiva resultó decapitado en un accidente. Su padre, para devolver la vida a quien estaba destinado a ser también una deidad, cortó la cabeza a un elefante y se la puso al niño, que vive así eternamente.

   -Así es la leyenda. El dios-elefante es una de las divinidades más queridas en India.

   -¿Se someten los hindúes a su protección?

   -En el sur especialmente. Muchos hindúes consideran que su protección es indispensable para evitar desgracias y llevar a buen término cualquier empresa. Es común ver en sus casas esta imagen mitad hombre y mitad elefante: las ubican junto a la puerta, de modo que todos los miembros de la familia pasan por delante antes de salir, saludándola para recibir buenos influjos al emprender la vida más allá del hogar. Yo no soy supersticioso, sin embargo, creo en cierta influencia benéfica del hombre-elefante. Al menos a mi vida trajo grandes satisfacciones. Y es en este espíritu en que hemos conversado, con buen designio, ¿lo crees?
   -Sí, señor, gracias.

Publicado en VOGUE-México
Waldemar Verdugo Fuentes.

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